Es objeto de la psicología el estudio del comportamiento humano y, no como mucha gente piensa, solamente del comportamiento patológico, sino también del comportamiento a secas, aunque en este caso vamos a hablar de comportamientos patológicos.
Hay un mundo muy interesante para los psicólogos que es el de los criminales o asesinos en serie, y quería empezar esta serie con uno que a mi personalmente me llama mucho la atención, o más bien dos: Gerald Gallego y su mujer, cooperadora imprescindible, Charlene Williams.
Se conocieron en una cita a ciegas, y ella quedó prendada. Tienen a sus espaldas 11 asesinatos.
Ella atraía a las víctimas hacia la furgoneta donde Gerald las esperaba armado para, a continuación, atracarlas, violarlas, asesinarlas y abandonarlas.
El era el típico embaucador. Un hombre detallista, encantador, sencillo y dulce, aunque según confesó su esposa durante el juicio, se volvió celoso y muy agresivo.
Revisando el historial previo de Gerald, encontramos que había estado casado cinco veces y tenía veintitrés arrestos a sus espaldas. De madre prostituta y padre ejecutado en la cámara de gas por haber matado a dos policías, también fue acusado por una de sus hijas de sodomía y abuso.
Gerald, con seis años, hacía de recadero de proxenetas y recibía palizas a menudo, y a muy pronta edad ya fue condenado por robo y abusos. Con trece años fue arrestado por violar a una niña de siete y lo ingreso en una escuela de chicos. Pero ni alejado de la situación previa frenó sus tendencias criminales.
Gerald comentó a su abogado en prisión: «Lo único que realmente me importa es matar. Tengo la sensación de que mi padre está dentro de mí».